lunes, 23 de mayo de 2016

LAS TORRES ALMENARAS COSTERAS. UN PATRIMONIO POCO CONOCIDO

La costa mediterránea malagueña, nuestra costa, es muy conocida por el enorme desarrollo del sector turístico que arrancó allá por los años sesenta y que con sus urbanizaciones, puertos deportivos, hoteles y spas, paseos marítimos y otras diversas alteraciones urbanísticas en la línea litoral, que la ha arrasado casi por completo. Las otrora pequeñas y humildes poblaciones costeras que sobrevivían con la pesca y poco más, han desaparecido bajo millones de toneladas de hormigón y de intereses espurios. El paisaje litoral costero, su paisanaje así como su patrimonio natural y cultural se han visto seria e irreversiblemente perjudicados.



Pero amén de su faceta turística esta costa ha tenido  un papel a lo largo de la historia mucho menos conocido y mucho más movidito. Desde la Antigüedad las orillas mediterráneas han sido un lugar muy transitado por numerosas civilizaciones y cada una ha ido dejando una huella que la construcción descontrolada se ha encargado de ir borrando sistemáticamente, arrasando casi por completo un legado histórico y arqueológico milenario, como los asentamientos comerciales costeros fenicios surgidos en los albores de la Historia así como algunas construcciones romanas relacionadas con la explotación de los recursos marinos y litorales siglos después, pasando por otros restos de época medieval y moderna. Pero aquí y allá unos pocos vestigios, milagrosamente, han sobrevivido a la avaricia amparada bajo el tsunami del ladrillo y el hormigón. Es el caso, en parte, de la fabulosa red de torres almenaras que tachonan el litoral mediterráneo desde la provincia de Cádiz hasta la de Almería.  Muchas de ellas las tenemos en la costa malagueña en los extremos de las calas, en barrancos y roquedos que se asoman al mar perfilando unos singulares atardeceres y amaneceres, ocultadas  por viviendas de veraneo y hoteles, olvidadas, desconocidas, algunas restauradas y muchas otras, la mayor parte, decrépitas y ruinosas.





Torre del Salto de la Mora


La mayoría de estas torres costeras fueron edificadas en época nazarí (siglos XIII-XV) para conjurar el peligro que podría venir del mar: piratas norteafricanos, ataques portugueses y castellanos… En época castellana, tras la conquista del territorio, esta red se refuerza con nuevas torres para vigilar a los piratas berberiscos que tenían la mala costumbre de arribar a las poblaciones cercanas a las playas y arrasarlas, raptando a sus gentes para luego cobrar un rescate por ellas (que era un extraordinario negocio) o venderlas como esclavas, robando ganados, productos y otras pertenencias. Muchas veces eran ayudados por los mismos moriscos de los lugares, que odiaban cómo los trataban los cristianos y que se llevaban, por supuesto, su ganada comisión.



Torre del Ancón


El nombre de estas torres, almenara, proviene del árabe y significa “de la luz” en referencia a las señales de fuego que se hacían de noche en caso de peligro. De día se hacían señales con humo para dar la voz de alarma. De la palabra almenara se deriva también alminar, la torre que hay en las mezquitas desde las que se llama a la oración pero en este caso, su luz es la de la fe.



Torre del Lance de las Cañas


Esta red de torres tiene su relación histórica con algunos pueblos de lo que ahora es la comarca de la Sierra de las Nieves ya que eran mantenidas con impuestos especiales que pagaban los campesinos. En época castellana eran los mismos mudéjares y después moriscos, los que pagaban un oneroso tributo especial, la denominada farda de mar, para  financiar la vigilancia costera, tanto a los vigilantes como a las obras necesarias. Los mudéjares y moriscos de las zonas limítrofes, como los de los pueblos que hoy día conforman la Sierra de las Nieves, tenían que abonar ese tributo. Con su trabajo, con su sufrimiento y con sus impuestos han contribuido a sembrar la costa con un patrimonio cultural de extraordinario valor que hoy podríamos disfrutar en toda su plenitud si se pusiera en valor.
Atragantadas por las urbanizaciones en la mayor parte de los casos, en los sitios más insospechados nos encontramos con torres de planta cuadrada a base de mampostería encintada, como la torre de los Ladrones en las dunas de Artola o la del Duque en Puerto Banús, la del Salto de la Mora o de la Sal en Casares y cilíndricas de mampostería, como la torre Real, la del Ancón, la de las Bóvedas, la de  Velerín…  Estas torres, salvo alguna que otra excepción, eran macizas y sólo tenían un habitáculo con una pequeña ventana y una pequeña puerta en lo más alto, a dónde se accedía por una escala o cuerda que luego se recogía. Las almenaras no estaban diseñadas para aguantar asedios sino para albergar a un torrero o vigilante que diera la voz de alarma cuando oliera el peligro proveniente del mar; “no hay moros en la costa” o “hay moros en la costa” eran frases que debían utilizar según la ocasión y que empleamos con total  naturalidad hoy día.



Torre de los Ladrones


La acción de los piratas, siempre rápida, iba dirigida al saqueo y el pillaje, no a tomar o destruir estas torres que no siempre estuvieron debidamente atendidas pues era poco lo que cobraba un vigilante (no era raro que las almenaras no estuvieran debidamente atendidas) y muchas las corruptelas que había entorno a la gestión de los fondos que las mantenían.


Torre del Lance de las Cañas



Torres de pezuña como la del lance Cañas en las dunas de Artola o el maltrecho fuerte de San Luis en Marbella (integrado en el Hotel El Fuerte) volado por los franceses a principios del XIX, así como el castillo de Manilva, pertenecen ya a otra época histórica en el que el desarrollo de la artillería conllevó la transformación radical de las fortalezas y fortines costeros, concretamente al siglo XVIII. En esa época los enemigos por excelencia eran los ingleses, que pugnaban con los españoles por el dominio del mar y de las ricas colonias americanas. Hoy día, varios siglos después, sin ellos, no sería posible el turismo en la Costa del Sol y en toda su área de influencia.


Torre de los Ladrones