viernes, 31 de diciembre de 2010

EL ARCA DE LA MEMORIA II. EL MOLINERO

Buenas tardes a todos de nuevo.

Hoy vamos a tratar sobre uno de los cultivos más antiguos y de más trascendencia en nuestras tierras y en todo el ámbito mediterráneo: el olivo y, por supuesto, del trabajo de molinero.

El olivo es un árbol de hoja perenne pues la conserva todo el año a diferencia de otras especies que la mudan anualmente, como ocurre con los almendros. Es una especie bastante longeva y puede llegar a alcanzar una altura de hasta unos 15 m. Su copa es ancha, su tronco grueso y retorcido, muy robusto, y da una buena madera. Sus hojas son finas y alargadas y poseen un característico color verde oscuro. Su fruto es la aceituna, que presenta diversas variedades como la picuda, la manzanilla,… Su floración tiene lugar entre los primaverales meses desde Mayo a Julio, mientras la recogida de la aceituna se realiza entre los meses de Septiembre y Diciembre. 

La aceituna puede recogerse en el verdeo, cuando aún está verde, para ser aliñada y consumida entera, partida o sajada. El proceso es simple; se recoge manualmente en unos cestos o canastos sin darles golpes y luego se preparan siendo partidas (separando el hueso de la carne), siendo sajadas (practicándoseles varios cortes hasta el hueso) o, simplemente, enteras. Antes de ser aliñadas hay que quitarles el amargor, para ello deben reposar en recipientes de barro vidriado con agua que debe ser cambiada a diario para, tras unos diez días, introducirlas en agua con sal que se cambia cada dos o tres días. Tras ello las aceitunas ya están listas para su aderezo que se realiza añadiendo diferentes productos como el ajo machacado, el tomillo, el hinojo,…


Wies y Paqui Martín verdeando en la finca de la Casa Rural de Guájar.
(Foto: Diego Sánchez)
Pepe muestra a Wies como sajar aceitunas en la Casa Rural de Guájar.
(Foto: Diego Sánchez) 


Detalle del sajado de la aceituna.
(Foto: Diego Sánchez)


Wies partiendo aceitunas en la Casa Rural de Guájar.
(Foto: Diego Sánchez) 


  Productos para el aderezo de aceitunas.
(Foto: Diego Sánchez) 

En un segundo paso por el olivar se recogen las aceitunas que se han dejado madurar y no se han verdeado. Para ello se hacen caer con una vara o con una caña al suelo que, al verse cubierto por unos toldos facilita la recogida del fruto. Antiguamente no se empleaban toldos sino que se cogían a mano, actividad en la que participaba toda la familia con especial dedicación; hombres, mujeres y niños funcionaban como una pequeña “unidad de producción rural”.


Juan Sánchez vareando en un olivar de la Cañada del Castillo (Monda).
(Foto: Diego Sánchez)



 Recogiendo la aceituna en la Cañada del Castillo (Monda).
(Foto: Diego Sánchez)


No está del todo claro si su cultivo lo introdujeron los fenicios o los griegos en la Península Ibérica, lo que si es cierto es que antes de la llegada de estas culturas a nuestras tierras ya existía la variedad silvestre, el acebuche, especie que aparece de forma general en todo el ámbito mediterráneo. En la mitología cristiana aparece la primera referencia cuando a Noé, tras el Diluvio, le regresó una paloma que había enviado a buscar tierra firme; ésta volvió con una rama de olivo en el pico (convirtiéndose con el tiempo ese icono en símbolo de la paz). Era tal la importancia del olivo en el mundo griego que en las fuentes antiguas y en la mitología encontramos numerosas referencias a él: el semidios Hércules llevaba una maza de madera de olivo como arma y tras su muerte fue incinerado con ramas de este árbol; a los vencedores de los juegos olímpicos se les premiaba, entre otras cosas, con una corona hecha de ramas de olivo (en otros casos de laurel); según la tradición griega las mujeres que tenían dificultad para quedarse embarazadas se les recomendaba descansar bajo la sombra de los olivos porque se creía que este hecho potenciaba la fecundidad y les facilitaba el embarazo; en la Acrópolis de Atenas había un olivo sagrado que había regalado la diosa Atenas a los atenienses según la mitología;… 




Moneda griega del siglo V a. C. en la que aparece una lechuza con una ramita de olivo.


Muchas culturas antiguas tenían en el aceite un elemento de gran importancia simbólica. Lo utilizaban para embadurnar a las personas elegidas para ser monarcas o para desarrollar cargos públicos o de cierta responsabilidad. En tal sentido estas personas eran las “elegidas”. Nuestra cultura cristiana tiene dos acepciones que vienen al caso (entre otras muchas) para dirigirse al Hijo de Dios: el Mesías y Cristo. Ambos términos, uno en hebreo y otro en griego respectivamente, significan “ungido” por el aceite, por el óleo, en definitiva: el “elegido”. No olvidemos tampoco que Jesús fue recibido en Jerusalén con ramas de olivo –además de palma-, dada la importancia y la simbología de este cultivo.



Escena que recoge la unción de Jesús. 
(Foto:http://www.caminando-con-jesus.org/maestro/CAPITULOXLIII.htm)


Los romanos lo cultivaron y explotaron con profusión ya que debían cubrir una enorme demanda. Junto al olivo desarrollaron otros dos cultivos, el viñedo y el cereal; los tres forman la denominada trilogía mediterránea. Estos productos servían para alimentar y abastecer a la plebe de Roma –al pueblo llano, que tenía subvencionado ciertos productos- y a las legiones, acantonadas en regiones fronterizas tan lejanas del centro de poder romano como eran Germania (en la actual Alemania) o Britania (Gran Bretaña). La producción de aceite en Hispania en época romana llegó a adquirir dimensiones tan colosales que las vasijas en las que eran transportadas hasta Roma por mar se fueron tirando, una vez desembarcadas y vacío su contenido, en un mismo lugar formando una escombrera de casi cuarenta metros de altura denominado “Monte Testaccio” (derivado de la palabra tiesto, porque estaba compuesto por trozos de vasijas). En la actualidad este lugar reviste un gran interés para los estudiosos del pasado romano y del comercio entre Hispania y Roma.



Trapetum, molino movido por fuerza humana. Recreación de uno hallado en Pompeya.
(Foto:http://www.sabor-artesano.com/trapetum.htm)



Muela romana. Molino movido por tracción animal.
(Foto:http://www.sabor-artesano.com/muela-romana.htm)



 Itinerarios del aceite desde el Sur de Hispania.

 El Monte Testaccio, hecho enteramente de trozos de vasijas.



 Detalle de restos en una excavación arqueológica.


Los musulmanes trabajaron el olivo con denuedo. Eran muy importantes y productivos los olivares de la zona del Aljarafe sevillano, tanto que cuando esta zona fue conquistada por los castellanos los musulmanes del Reino de Granada se vieron en la obligación de importar grandes cantidades de aceite para abastecerse, ya que las producciones locales no bastaban para cubrir el mercado interno granadino. Los árabes fueron unos grandes trabajadores del olivo y nos han legado, entre otras cosas relacionadas con el mundo del aceite, muchos topónimos como az-zait, aceite, además de muchos otros como alcuza, almazara, alpechín,…

Además del impacto en la historia y en las culturas humanas, el olivo ha tenido un impacto en los diferentes territorios al ser modelador de distintos paisajes, merced a la mano del Hombre. De tal suerte que a lo largo del tiempo los olivares se han adaptado a las tierras andaluzas, desde los interminables y mansos mares de olivos de Jaén que reposan en llanuras y suaves lomas formando inacabables líneas, hasta los olivares más rebeldes de las zonas más abruptas como las Alpujarras, la Ajarquía o la Sierra de las Nieves (este último en proceso de transformación en ecológico), que trepan las faldas de los cerros y se encaraman in extremis a las laderas de las montañas gracias a los bancales y terrazas que los campesinos han realizado paciente y duramente a través de los siglos y de muchas hernias discales.



Un olivar de Jaén.


Un joven olivar en Monda.
(Foto: Diego Sánchez)

No sólo en nuestra mitología, en nuestra historia o en nuestros paisajes agrícolas reposa la herencia cultural del olivo. Esta cuestión va mucho más allá. Nuestra gastronomía mediterránea, tan rica y diversa gracias a las aportaciones de las distintas culturas que se han encontrado en nuestras tierras, tiene en el aceite su piedra angular, que forma parte de casi todos los platos que ingerimos.

Desde que la cultura del olivo llegó al solar hispánico, hace más de dos mil años, este árbol ha echado tan profundas y recias raíces en nuestra “piel de toro” que no nos ha abandonado a través de siglos y milenios. El resultado es que todo su acervo cultural e histórico, aunque no seamos conscientes, se manifiesta a diario en nuestras vidas cuando desayunamos nuestro pan regado con aceite y cuando ingerimos cualquier plato de nuestra gastronomía.

En nuestros desayunos no falta el aceite.
(Foto: Diego Sánchez)

Pero por encima de mitos, historias y personajes,… siempre nos olvidamos de quienes hacían posible el milagro, estoy hablando de los trabajadores y trabajadoras del campo que recolectaban la aceituna y la llevaban al molino, donde se le extraía el dorado y preciado aceite. De ellos no se olvidaron poetas del pueblo como García Lorca, Antonio Machado o Miguel Hernández, que en sus respectivas obras rinden su particular homenaje a los olivareros otorgándoles un merecido reconocimiento.

Pero, hablando del pueblo, de olivareros y de molinos, conozcamos de primera mano como era el trabajo en un molino antiguo, tradicional, como era el de Paco Macías o de Don Mateo, situado en la plaza de la Ermita, de manos de un vecino de Monda y doctor en la materia, Antonio Jiménez.

La infancia de Antonio fue dura, como la de mucha gente de su tiempo. Desde joven siempre se buscó la vida en diferentes oficios en los que trabajó esforzadamente, estuvo haciendo breña con su padre, o sea, carbón de jara, lentisco,…en Moratán; estuvo guardando ovejas y ya con más edad, haciendo carbón en algunos lugares de Sevilla. Pero durante unas treinta campañas estuvo trabajando como molinero en el molino de Paco Macías, en la mencionada plaza de la Ermita.

Nos comenta en su casa, frente a un plato de irresistibles roscos hechos por su esposa, María Gómez, que en Monda habían cinco molinos más además del ya mencionado de Paco Macías, a saber: el de Miguel Liñán, el de la Sociedad, el del Jorobado, el de Randero y el de Rasquiña.

El molino de Paco Macías era bastante grande. Tenía una nave donde se encontraba toda la maquinaria y un gran patio donde se encontraban las trojas, pequeños cubículos de obra que servían para depositar las aceitunas y que se encontraban numerados. Este molino integraba la torre de la antigua y olvidada Ermita de la Veracruz (de ahí el nombre de plaza de la Ermita), mientras que la nave de la misma fue aserradero y taller antes de ser derruida y construirse un edificio en su solar.

Aspecto de la Ermita a mediados del siglo XX. La torre ya pertenecía al molino y la nave era un aserradero (pueden verse los troncos apilados a la entrada).
(Foto: Colección Biblioteca Municipal de Monda)

Nos cuenta que el trabajo era muy duro, empezaba temprano, sobre las siete y media de la mañana para acabar entorno a las nueve de la noche. Aunque había campañas en las que muchas noches había que trabajar. El molino era eléctrico pero en tiempos muy anteriores era hecho funcionar por un caballo, era un molino “de sangre”, como generalmente se les conoce, y también con un motor de gas-oil.

El proceso era el siguiente, el agricultor llegaba al molino con las aceitunas y se le asignaba una troja para que en él fuese dejando las aceitunas hasta conformar una tarea, unos 650-700 kilos de aceitunas. Con esta cantidad era con lo que el molino molía. El molino de Paco Macías había más de cien tareas, como recuerda Antonio.


Patio de trojes del Molino de los Mizos, Casarabonela.
(Foto: Diego Sánchez)

De la troja se pasaban las aceitunas a una tolva que iba cebando el empiedro, donde se encontraban las piedras de moler. Mediante un motor eléctrico se movían éstas y, a través de un juego de poleas y correas, otros mecanismos del molino. Una vez molidas las aceitunas, del empiedro pasaba la masa a la batidora, que era un aparato cilíndrico donde se batía y calentaba ésta, ya que la batidora llevaba integrado un circuito cerrado por donde discurría el agua que se calentaba en una caldera muy próxima. Esta acción se realizaba con objeto de facilitar la extracción de aceite a la masa.

Empiedro del Molino de los Mizos, Casarabonela.
(Foto: Diego Sánchez)

La batidora tenía un pequeño grifo que se abría para llenar de masa caliente unos cubos de zinc, aquellos de los que en otros tiempos los niños recortaban el culo para hacerse un aro con el que jugar. Los cubos se volcaban en rondeles de esparto, primero y de fibra –más resistentes-, después, que se colocaban en la prensa, la cual tenía un vástago de metal –el guía cargo- por donde se “enhebraban” los rondeles. Una vez que se había gastado la masa comenzaba el proceso de prensado, que duraba entre una hora y media a dos horas. El jugo iba chorreando hasta el suelo donde era conducido a través de unos canales al pozuelo, que se encontraba en el suelo, donde se separaba el aceite del alpechín, líquido negruzco que contenía los residuos de la molienda, del que debían deshacerse. 



Prensa del Molino de los Mizos, Casarabonela.
(Foto: Diego Sánchez)

El aceite se dejaba reposar en unas vasijas, los aclaradores, y se recogía al día siguiente de la molienda.



Aclaradores del Molino de los Mizos, Casarabonela.
(Foto: Diego Sánchez)


Imagen de un molino de aceite movido por agua con todos sus componentes.
(Foto: http://www.sabor-artesano.com/imagen/molino-agua-aceite/molino-agua.jpg)

Otro residuo de la molienda era el orujo. La masa que había quedado en los rondeles y que, mediante los medios técnicos del molino ya no se le podía extraer más aceite. Antonio nos comenta que vendían el orujo a los tejares, para la cocción, y a otras empresas con maquinaria más potente que le extraía más aceite.

Al cosechero, el agricultor que traía las aceitunas para la molienda, se le cobraba la maquila. En un primer momento era en especie, una arroba de aceite (unos doce litros y medio) y más adelante en dinero.

Hoy día no funciona ninguno de los molinos tradicionales y de los que hemos señalado anteriormente, algunos ya han desaparecido. El de Paco Macías o de Don Mateo dejó de moler hace más de veinte años, pero el eco de su memoria nos lo ha revivido Antonio Jiménez. Un cuarto de siglo de hambre de aceitunas son muchos años para un molino y la inactividad lo está mermando más que el paso del tiempo. El patio de trojas está lleno de matas, la sala de molienda está afectada por las humedades y la soledad, perdiendo sostén su cubierta y hundiéndose muchas de sus tejas, con un empiedro enmudecido durante más de dos décadas. Es penoso el aspecto que presenta la torre de la ermita, que se encuentra desmochada, descabezada, despojada de su cubierta. Una ermita, recordémoslo, que se construyó con la aportación dineraria de los mondeños en el año 1720.



Lastimoso aspecto que presenta la torre de la antigua ermita.
(Foto: Diego Sánchez)

Esta entrada ha sido un poco larga. A quién haya llegado hasta aquí le agradezco el esfuerzo y la paciencia. Si alguien tiene interés de rememorar como eran los molinos de antaño o de enseñárselo a sus hijos para que vean como eran las máquinas y como era el trabajo en una almazara tradicional, les recomiendo tres lugares muy cercanos que visitar, aquí mismo, en la Sierra de las Nieves. Uno de ellos es Ojén, que conserva íntegramente un molino de aceite -anteriormente fue también de harina- cuya maquinaria se  mantiene intacta e incluso funciona perfectamente, sólo que ya no se emplea, como es comprensible. Es digno de visitar ya que allí las  dos técnicos de turismo, María y Karolina, organizan visitas guiadas a esta  almazara junto con degustaciones de aceite de oliva y otros productos locales. Igualmente ambas realizan rutas guiadas por este encalado y encantador municipio.




El Molino de Ojén.
(Foto: Diego Sánchez) 




Desayuno molinero que se ofrece en el Molino de Ojén.
(Foto: María y Karolina, Ayuntamiento de Ojén)


Más cerca de Monda el pueblo de Guaro también conserva un molino de aceite integrado en el Centro Cultural Al-Andalus y que también se encuentra abierto al público. Sandra y Aitor, los técnicos de turismo locales, enseñan tanto éste como la moderna almazara situada a las afueras realizando una ruta de interpretación etnográfica que incluye degustaciones y catas de aceite, amén de hacer rutas guiadas por el pueblo.



 El Molino Guaro en el Centro Cultural Al-Andalus.
(Foto: Diego Sánchez)




Aitor explica el Molino de Guaro a un grupo de turistas.
(Foto: Sandra y Aitor, Ayuntamiento de Guaro)



Pero el que recomiendo por lo entrañable que es, es el Molino de los Mizos, en Casarabonela. El mismo molinero, Alfonso Rubio, ya jubilado de esta labor, es el que enseña el molino y explica sus componentes desde la perspectiva de la vivencia propia y personal evocando y reviviendo el pasado, lo cual es una experiencia inenarrable. 


 Alfonso Rubio, del molino de los Mizos de Casarabonela, reposando sobre una de las trojas.
(Foto: Diego Sánchez)


Interior del molino de los Mizos.
(Foto: Diego Sánchez)

Quisiera agradecer a Antonio Jiménez su tiempo, su buena predisposición y su atención y paciencia ante las cuestiones que le fui presentando durante la entrevista (¡y a María Gómez los sabrosísimos roscos)!. Hoy, gracias a él, conocemos y rememoramos un poco más de nuestra cultura, de nuestras tradiciones y de nuestra memoria.



Antonio y María posando tras al entrevista.
(Foto: Diego Sánchez)

Hasta la próxima entrada y buen comienzo de 2011.

© Diego Javier Sánchez Guerra

martes, 12 de octubre de 2010

MONDA Y LA RESERVA DE LA BIOSFERA SIERRA DE LAS NIEVES

Buenas tardes a todos, especialmente a Joni del “Mornal”, a quién va dedicada esta entrada, gran amante de esta tierra.

Aunque este blog trate sobre aspectos relativos a nuestro municipio, tenemos que tener en cuenta que éste se engloba, se circunscribe, en un espacio geográfico mucho más amplio y diverso. En tal sentido Monda se encuentra encuadrada en la Reserva de la Biosfera  de la Sierra de las Nieves, que se compone en total por  11 municipios, el nuestro más Istán, Ojén, Guaro, Tolox, Alozaina, Casarabonela, Yunquera, El Burgo, parte de Ronda y Parauta. Todas estas localidades se encuentran en el entorno del Parque Natural de la Sierra de las Nieves pero no todos participan territorialmente en él, ya que es un espacio de menor tamaño incluido en la Reserva de la Biosfera que por sus altísimos valores ambientales ha necesitado de una normativa específica de protección y gestión.

 
Plano de la Reserva de la Biosfera Sierra de las Nieves. En verde azulado se señala lo que es la delimitación comarcal, que tiene un carácter más administrativo.


Límites del Parque Natural, mucho más pequeño que la Reserva e incluido dentro de ella.

 Las Reservas de las Biosfera (catalogación otorgada por un órgano de dimensión internacional como es la UNESCO) son lugares donde Hombre y Naturaleza han convivido –y siguen conviviendo- durante milenios, donde el ser humano ha dibujado, ha modelado, unos paisajes a lo largo de la historia dejando su huella a través de antiguos asentamientos, de viejas explotaciones agrarias, de una arquitectura popular y tradicional específica,…y unas expresiones culturales muy diversas: religiosas como romerías, lúdico-festivas como las ferias y otras nuevas que esta nueva sociedad, como viva que está, va creando. Al mimo tiempo las Reservas de la Biosfera son espacios de alto valor ecológico, ambiental y natural donde existe una gran biodiversidad, pudiendo contarse también con especies endémicas. En definitiva, es un espacio de convivencia e interacción entre el ser humano y su medio ambiente, donde la voz cantante la tiene, evidentemente, el primero. Es importante saber que no se conforman como una realidad administrativa sino que su delimitación puede abarcar diferentes términos municipales de diferentes comarcas.

 
Man and Biosphere, Hombre y Biosfera. Anagrama de la iniciativa sobre Reservas de la Biosfera que integra un arco iris y una cruz egipcia, un Ank, símbolo de regeneración eterna.

Nuestra Reserva se encuentra en la zona occidental de Málaga, en un entorno muy montañoso integrado en las Sierras Béticas (arco montañoso que va desde Gibraltar hasta las estribaciones de Alicante, aproximadamente). 

El relieve andaluz es de gran complejidad y diversidad. Obsérvese este aspecto en nuestra provincia.

La diversa composición geológica de este vivo espacio ha dado lugar a diversos paisajes:

Las sierras blancas, más altas y conformadas por rocas calizas, lo que da lugar a la existencia de muchas cuevas y a que estas montañas sean unas grandes reservas de agua (de ellas nacen el Río Verde, Río Grande o el Río Turón), habiendo tenido tradicionalmente usos ganaderos y silvícolas aunque, todavía en algunas zonas más próximas a cauces fluviales y veredas, podemos ver tímidamente los restos de antiguos bancales –ya casi devorados por la naturaleza- que antaño albergaron plantaciones de vides con las que se elaboraba grandes cantidades de pasas que se embarcaban y se vendían en diferentes mercados del norte de Europa. Por otra parte Cueva Santa en Canucha y la sima de Camino Alto en ese mismo paraje, son dos espacios cavernosos que se dan en nuestro término, en relación a esa naturaleza caliza de la geología de esos dos espacios. Hay que indicar que los famosos pinsapos tienen en las sierras blancas su mayor área de expansión, estando situados casi todos en la denominada Sierra de la Nieve, entre Yunquera, Tolox, Ronda y Parauta (aunque en la cara norte de Canucha existen unos pocos y solitarios pinsapos). Este árbol, perteneciente a la familia de los abetos, es una especie muy apreciada y protegida ya que data de la época glaciar, donde hacía muchísimo frío, y ha sabido adaptarse a lo largo de los milenios a un clima mucho más cálido como es el actual.


Foto aérea de Sierra Blanca, donde se encuentra Canucha, zona que, merced a su composición geológica, su entorno es explotado para la extracción de áridos.


 
Vistas desde  un entorno geológico calizo como es el Torrecilla. Una de las mejores panorámicas que se pueden disfrutar en Málaga.

 Las sierras bermejas, cuyo aspecto rojizo se debe al origen de las rocas que las componen, de naturaleza ígnea (que proceden del interior de la tierra y en su momento ascendieron a muy altas temperaturas en forma de una masa de piedra fundida), muy ricas en metales que al contacto con el aire, se oxidan y adquieren esa tez rojiza. Aunque la ganadería y la silvicultura han tenido también una gran importancia en este tipo de sierras, desde antiguo se ha explotado la minería relacionada con el hierro, principalmente, destacando las famosas minas de Ojén. También en la sierra de Alpujata había algunas pequeñas explotaciones de hierro hace más de cien años que quedaron abandonadas por su baja rentabilidad.


Sierra Real, en Istán, claro ejemplo de formación geológica ígnea.


En último lugar se encuentran las denominadas sierras pardas, las más bajas y con relieves mucho más suaves y alomados, de sustrato arcilloso, que se han dedicado preferentemente a la agricultura, predominando el secano (olivo –sobretodo- y almendro) pero surgiendo el regadío en los espacios en los que mana agua o existe algún cauce fluvial. La mayoría de estas tierras se encuentran volcadas hacia el vecino y rico Valle del Guadalhorce, donde van a morir una gran parte de nuestros ríos y arroyos. Estas tierras, dada su fertilidad y riqueza, han conocido la mano del hombre desde la Prehistoria y son numerosos los vestigios arqueológicos que por esta área se encuentran (dólmenes, restos de talleres donde se tallaba la piedra, asentamientos, restos de hábitat en cuevas, molinos de mano,…) relacionados con la explotación del territorio, al igual que vestigios más recientes y otros más modernos, como los molinos tradicionales y las almazaras actuales.




Al fondo una sierra caliza, en el medio una sierra bermeja, sobre el municipio de Tolox y, en primer plano, unos espacios pardos orientados al cultivo.

En estos tres espacios el hombre, “surfeando” en las olas del tiempo, ha desarrollado los diversos oficios y actividades tradicionales que han llegado hasta casi nuestros días, contribuyendo a crear y transformar los diferentes paisajes de forma imparable hasta hoy, en que también los transforma y los seguirá transformando en el futuro. Las cuevas de los entornos calizos siempre fueron ocupadas por personas desde muy antiguo, por los primeros habitantes de la Sierra, en algunas de las cuales han quedado sus huellas plasmadas en forma de pinturas rupestres o donde aparecen restos de vasijas y otros utensilios. Pero también han sido ocupadas por los bandidos y bandoleros que encontraban en ellas un refugio y por los guerrilleros echados al monte tras la Guerra Civil, los maquis, que huían del orden establecido, así como cabreros que encontraban un refugio los días más aciagos.




Cueva de las Vacas o del Tajo de Jorox, en Alozaina.


También encontramos que durante la Revolución Neolítica, hace miles de años, el hombre comenzó a modificar estas tierras al convertirse en productor, en agricultor, restándole superficie al bosque originario y cultivando productos como el cereal a la vez que comenzaba transformar el medio ambiente al igual que construían los primeros asentamientos y los primeros cementerios, que eran tumbas colectivas, los llamados dólmenes. Otra importante actividad que se potencia en este momento –y que es muy anterior- es la ganadería, que contribuye a modelar el paisaje. 


Dolmen del Tesorillo de la Llaná, Alozaina.


Con la llegada de los comerciantes orientales (fenicios y griegos) llegan otros cultivos que la población indígena incorpora al territorio, como los almendros, las vides y el olivo que, poco a poco van tomando más superficie, más terreno, de lo que es hoy la Reserva de la Biosfera. A ello hay que unirle innovaciones tecnológicas como la rueda y el hierro que, en forma de arado, contribuía a conquistar más superficie para la siembra.


Cerámica griega que muestra la recogida de aceitunas.


Después de miles de años la cosa no ha cambiado tanto.


Pero con los romanos se experimenta un cambio mucho mayor ya que fomentan una agricultura de exportación fundamentada en la trilogía mediterránea: el trigo, la vid y el olivo. Grandes espacios son roturados, preferentemente en zonas llanas, en vegas fértiles, para albergar estas especies, con lo que se contribuye a alterar y diversificar el paisaje. El bosque mediterráneo retrocede y el paisaje se va poblando de villas rurales, construcciones muy parecidas a nuestros cortijos tradicionales, desde donde se organiza la explotación del territorio y se transforman los productos agrícolas para, mediante numerosas calzadas y caminos, eran llevados al puerto de Málaga y transportados a numerosos puntos del Imperio.


 
Interior de una villa rural romana.

 
Una villa romana en su contexto espacial. Obsérvese como el paisaje que la rodea está debidamente organizado en parcelas con diferentes cultivos.



Los musulmanes contribuirán también a esta pluralidad de espacios que tenemos hoy en la Reserva ya que fomentan sobremanera el regadío, creando los paisajes de huertas asociados a arroyos y ríos, con sus acequias y bancales, amén de nuevos productos para el cultivo. El agua de los cauces fluviales es desviada y empleada en otros menesteres, como el alimentar los molinos o batanes, afectando a los mencionados cauces que ven mermadas sus aguas. Los andalusíes poseen también una agricultura de exportación basada principalmente en los frutos secos, como higos, almendras y muy especialmente pasas. Para ganar espacio para el cultivo de la vid (de la que se extrae la pasa) se abancalan laderas enteras, haciendo retroceder más el bosque y haciendo subir los cultivos más arriba, dejándonos esos paisajes de laderas escalonadas. Igualmente la mayoría de los pueblos con sus castillos tienen su origen en esta época. 

Huertas de Jorox, en Alozaina.
http://www.sierradelasnieves.es/album/albums/Alozaina/AL_P_jorox_Album.jpg

La llegada de los cristianos da lugar a fuertes cambios ya que siendo esta una zona montañosa introducen grandes cantidades de ganado que afectan negativamente a los espacios forestales los cuales, al perder demasiada cubierta vegetal y ser tan pronunciados, sufren fuertes procesos de erosión. A ello también contribuye la práctica del carboneo y la explotación maderera de la zona (construcción, cocina, calefacción,…). 


El exceso del carboneo, junto con otras prácticas, favoreció la desaparición de gran parte de la masa forestal.


A lo largo del tiempo la práctica ganadera excedió la capacidad de carga de algunos entornos serranos, como es el caso del pinsapar, que se vio muy mermado hace algunas décadas.

El fuerte retroceso que sufre la vid hasta casi llegar a desaparecer a finales del siglo XIX por la plaga de la filoxera, hace que casi todas se pierdan, por lo que empiezan a sembrarse gran cantidad de olivos en los espacios que llevaban ocupando las viñas desde hacía siglos. Igualmente los huertos, antaño llenos de vides, son repoblados con naranjos que hoy día están siendo desplazados por el aguacate, producto más rentable. Junto al olivo también se plantan almendros, pero en menor medida que aquel.


En Yunquera todavía se sigue manteniendo el milenario oficio de la explotación de la vid.

La minería del XIX también afecta gravemente a los paisajes de la Reserva ya que para fundir el metal necesitaban energía calorífica, que producían con el carbón vegetal que hacían los carboneros, afectando gravemente espacios como la Sierra Blanca, a las espaldas de Marbella. 


Restos de la ferrería de Río Verde de mediados del siglo XIX.

Aproximadamente en los años cincuenta y sesenta, para combatir el paro, la Dictadura llevó a cabo una importante labor de repoblación de espacios forestales a nivel nacional. En nuestro territorio se repoblaron con pinos muchos montes, que hoy día forman parte de la Reserva. Aunque la excesiva explotación forestal de la Sierra de la Nieve casi hace desaparecer al pinsapo, gracias a la acción humana se pudo reconducir esta situación y hoy día tenemos un pinsapar muy denso y vivo, gran 
 reclamo de visitantes y turistas. 


Pinsapar nevado.
 
En los últimos años se están produciendo fuertes cambios en el paisaje. En los años sesenta la emigración desde el mundo rural a ciudades industriales de España o al extranjero motivó el abandono de muchas fincas de labor que casi han sido “devoradas” –o recuperadas, según se mire- por la masa forestal. La construcción de los últimos años está motivando también un cambio en el paisaje al proliferar muchas viviendas en el medio rural.

Pero es que el hombre, a lo largo de la Historia, ha dotado de su memoria todos estos espacios dándoles a cada uno de ellos una serie de nombres relacionados con episodios bélicos, usos del territorio, diferentes episodios,…como Puerto de la Refriega, en referencia a las guerras de los moriscos; Alpujata, antiguo vocablo hispanoárabe que significa alberca, por el uso de espacio irrigado que ha tenido y tiene el lugar; etc,… Además de la biodiversidad en materia biológica, podemos decir que hoy día existe también una fuerte biodiversidad cultural ya que en los últimos lustros la afluencia y afincamiento en la Reserva –especialmente en los pueblos que, como Monda, se encuentran más próximos a la Costa del Sol- de personas provenientes de diferentes países está enriqueciendo y diversificando más el acervo cultural serrano.

El mundo sigue y da vueltas, y vueltas, y vueltas. Y más vueltas. Y mientras las siga dando seguiremos actuando sobre el territorio así que, cuando miremos un paisaje en nuestra Reserva de la Biosfera, no estaremos viendo una foto fija sino  el fruto de la convivencia entre el Hombre y la Naturaleza a lo largo de la Historia, a lo largo de cientos de generaciones, hasta nuestros días. Recomiendo un pequeño ejercicio para cuando tengáis un poco de tiempo. Es muy sencillo. Consiste en apagar la tele y dejar de ver a personajes como la “irreciclable” Belén Esteban (que no se como se pondrá la corona de “princesa del pueblo” con las dos protuberancias que le han crecido) o esas telenovelas sudamericanas plagadas de mujeres neumáticas y “suarceneguers” caribeños. Dejar de jugar a esos juegos tan macabros de la “pleiesteision”, que nos hacen estar fijos a una pantalla durante horas, y  volver la mirada hacia nuestra Reserva. Y sentirnos afortunados por vivir en uno de los 564 espacios más exclusivos del mundo (incluso más exclusivo que la Milla de Oro, por supuesto).


Otra imagen más del pinsapar.


Aprovecho estas letras para comunicaros que los días 22, 23 y 24 de Octubre, en El Burgo, se van a desarrollar unas Jornadas sobre Gestión Forestal en el Parque Natural de la Sierra de las Nieves que serán bastante interesantes. Más información en el siguiente enlace:

Un saludo y hasta la próxima.

Diego Sánchez.